CUENCA en el puente del 1 de noviembre 2018, “TODOS LOS
SANTOS”
He de decir que ha sido un viaje extraordinario en todos los
sentidos; por la compañía de nuestros amigos, el alojamiento, la gastronomía, las
visitas culturales y paseos por sus preciosas calles y por la maravillosa
naturaleza que ofrece la Serranía conquense.
Cuenca es una de las ciudades más bonitas que conozco. Situada entre las cuencas de los ríos Júcar y
Huécar, la naturaleza ha querido crear un risco, peña o promontorio entre las
hoces de ambos ríos. El paso del tiempo, el viento y el agua han levantado unas
paredes de rocas verticales, veteadas de colores ocres y rojizos y formas
impresionantes, que definen una ciudad diferente a cualquier otra, distinta a
todas y bella como pocas.
El enclave y el paisaje de Cuenca son únicos: la Hoz del
Júcar en otoño luce unas preciosas vistas y ofrece un paseo muy cómodo que sale
de la Plaza Mayor y nos lleva serpenteando hasta el Santuario de Nuestra Señora
de las Angustias, casi escondida en un precioso rincón de chopos de hojas
amarillas. La visita es muy recomendable, aunque solo sea para apreciar la
expresión en la cara de la Virgen.
Seguimos bajando hasta las zonas naturales
del río Júcar, el Recreo Peral, donde podemos aprovechar para tomar algo y
descansar. Proseguimos unos minutos en paralelo al río y después, nos toca
subir por un empinado paseo hasta atravesar el pasadizo que desemboca en la
calle San Juan. En este punto, puedes elegir
entre continuar hacia el casco antiguo de la ciudad o bajar hacia la zona más
moderna de Cuenca. Nosotros decidimos descansar un ratito en nuestro
apartamento de la calle Retiro que nos quedaba muy cerquita. Habíamos elegido
alojarnos en “Casa de la Muralla”, un pequeño piso de dos habitaciones, cocina,
salón y aseo, con unas vistas estupendas a un frondoso parque verde y al
Hospital de Santiago. En esta vivienda con muy buena ubicación y completísimo con
todo tipo de detalles, pasamos unos días muy agradables.
Plaza Mayor de Cuenca |
Otro día lo dedicamos por completo a pasear por el
casco antiguo y disfrutar por la Hoz del Huécar. Después de desayunar
tranquilamente en la casa y sin prisas, que para eso estamos de vacaciones, nos
disponemos a patearnos la ciudad con espíritu aventurero. Tomamos dirección a
la Torre Mangana, situada en la parte alta y atalaya de la ciudad. Se trata de
la torre del reloj y sus muros tienen una gran historia que contar; fue
edificada sobre un Alcázar árabe, vigía de una sinagoga y después iglesia
cristiana de Santa María. La remodelación de la plaza donde está situada deja
mucho que desear, pero las vistas desde allí son impresionantes y la propia
torre merece la pena el paseo.
Torre Mangana |
Seguimos avanzando hasta la Plaza de la Merced,
con fachadas y portadas de antiguos palacios y donde se encuentra el Museo de
las Ciencias. Entramos al interior para curiosear, pero había demasiada gente y
mucho publico infantil, por lo que decidimos salir pronto de allí y seguir
nuestro camino. En la siguiente plaza, junto a la Oficina de Turismo había una
pequeña capilla que pertenece al Convento de las Esclavas. Nos envolvió el
silencio, y el respeto hacia aquella estampa tan inusual en nuestros días; un
grupo de monjas encerradas tras las verjas de hierro nos daban la espalda
mientras oraban mirando al altar mayor de la capilla. La imagen de aquellas
mujeres arrodilladas, cubiertas con unas túnicas y mantos o tocas blancas me
dejaron paralizada. No sabría explicarlo, pero sentí algo extraordinario al
contemplar la intimidad, el recogimiento y la belleza de aquel conjunto de
mujeres.
Salimos gratamente reconfortados y nuevamente nos sumergimos en el
ruido cotidiano de la ciudad llena de paseantes y de turistas. Atravesamos el arco del Ayuntamiento para
entrar en la Plaza Mayor, llena de terracitas de bares y restaurantes y la
fachada de la gran Catedral. La entrada
al interior cuesta 4 euros, que bien valen la pena, y te dan una audioguía con toda
la información necesaria sobre la catedral. Ésta era una antigua mezquita hasta
su cristianización tras la conquista de Cuenca por Alfonso VII de Castilla en
el año 1177. Arquitectónicamente recoge las influencias del Primer Gótico
francés en sus inicios, pero posteriormente ha sufrido muchas transformaciones.
Lo más notorio es la gran fachada principal neogótica construida a comienzos de
siglo XX (1910). El interior de la catedral es lo más interesante y realmente
de una gran belleza. Los esbeltos pilares cilíndricos se elevan majestuosos
como apoyo de innumerables arcos y más arcos construyendo cruceros y bóvedas de
un estilo gótico muy apuntado. Se dice que es la primera catedral gótica en
España, por lo que rompió todos los esquemas mentales de la época.
Continuamos
nuestro camino y tomamos algo en una cafetería de la calle Obispo Valero. Proseguimos
hasta alcanzar las famosas Casas Colgadas y el Museo de Arte Abstracto que
visitaríamos el último día de nuestra estancia en Cuenca, para ponerle el
broche final a los 4 días de vacaciones.
Transitando por las estrechas calles,
bajamos hasta el Puente de San Pablo que atraviesa la Hoz del Huécar. Nos
hacemos docenas de fotos según vamos avanzando por el puente de hierro y vemos
como poco a poco nos vamos alejando de las casas colgadas hasta llegar al otro
extremo donde se sitúa el actual Parador de Cuenca y antiguo Convento de San
Pablo.
La nueva decoración del Parador me parece muy adecuada y respetuosa con
el antiguo convento. El claustro es lo más relevante del lugar, con un suelo de
baldosas en blanco y negro que destaca la belleza del lugar, junto con algunas
obras de arte contemporáneo que también me gustaron mucho.
Estuvimos allí un
buen rato y volvimos hacia el casco antiguo de la ciudad para seguir paseando
por sus rincones hasta llegar, de nuevo a la Plaza Mayor y pasada la Catedral
tomamos la calle lateral o Ronda Julián Romero. Es una calle estrecha y llena
de encanto, donde se disfruta verdaderamente del paseo por una ciudad medieval.
Entramos a visitar la Posada de San José y salimos a una terraza desde donde
apreciamos las vistas de la Hoz del Huécar y todo el paisaje, incluido el
Parador en el que habíamos estado apenas unos minutos antes. A la salida de la
posada hacemos unas bonitas fotos de su portada y continuamos caminando.
Vamos
parándonos en los diversos Miradores ubicados en placitas bellísimas hasta
llegar a unas escaleras que nos conducen a un pasadizo donde se encuentra el
Cristo del Pasadizo. Unos pasos más
adelante, penetra un rayo de sol entre los edificios, que nos dejan hacer unas
fotos preciosas en una fuente apenas visible. Nuestro paseo continúa hasta las
ruinas del Castillo, pero por el camino pasamos por la puerta de la Fundación
Antonio López, que ya conocemos de una anterior visita a Cuenca. Nos
incorporamos a la calle principal, calle Trabuco, a unos pasos del Archivo
Histórico de Cuenca, y contemplamos la bellísima estatua en honor a Fray Luís
de León. Ésta amplia plaza es un espacio abierto con vistas a la Muralla del
Castillo y al Arco de Bezudo, donde decidimos descansar en un banco al sol,
observar el bonito paisaje y hacer fotos y más fotos. Atravesamos el Arco para
situarnos en un punto donde se estrecha la distancia entre las dos Hoces y se
pueden admirar ambas al mismo tiempo.
Damos por concluida nuestra subida y retrocedemos,
bajando, nuevamente, por la calle Trabuco, calle principal, llena de sobrias
fachadas de casonas y palacios con escudos nobiliarios, grandes puertas de
madera y fuertes rejas en sus ventanas. Muchas de estas casas se han
reconvertido en hoteles, restaurantes y tiendas.
Pasito a pasito, buscamos el restaurante donde
previamente habíamos reservado mesa para comer: Raff San Pedro, según todas las
guías, es de los mejores de la ciudad. La decoración es magnífica, pero la fama
que le precede no se corresponde con la calidad de sus platos ni la amabilidad que
esperábamos. Decidimos ir a descansar durante un buen rato a nuestro
apartamento para reponer fuerzas. Cuando salimos, ya es de noche, lo que no impide
seguir paseando por las preciosas calles de esta ciudad. Finalmente cenamos en
el restaurante Grotte del Huécar. Este lugar nos gustó mucho, es una gran gruta
dentro de la pared de la montaña y además de comer muy a gusto y rico, el lugar
estaba cuidadosamente decorado para la ocasión, Hallowen, con enormes telas de
araña que colgaban por todo el techo y paredes, creando un ambiente muy
simpático. Ya damos por terminado esta jornada y nos vamos a ver una película a
nuestra casita.
El tercer día cogemos el coche con destino a la
Serranía de Cuenca; nuevos paisajes y campo abierto. La primera parada es “El
ventano del Diablo”, una gran apertura a modo de ventana creada en la roca que
llama la atención de los turistas. Nos tomamos unas fotos y disfrutamos de las
vistas y el sol de la mañana. Proseguimos camino al pueblo de las Majadas para
ver la ruta de los Callejones: unas construcciones de roca caliza que se han
formado por la continua erosión del agua y el viento. Es un circuito perfectamente
señalizado en el que las grandes rocas dan lugar a estrechos corredores y
pasadizos naturales. No había mucha gente y se podía pasear tranquilamente por
la naturaleza, pisar la tierra, la hierba y respirar el aire limpio del campo.
Es un circuito corto y cómodo donde lo pasamos muy bien.
A continuación,
queríamos llegar a visitar el Nacimiento del Río Cuervo, pero el destino y el
GPS hicieron que nos desviáramos de la ruta y termináramos completamente
perdidos en un camino demasiado “salvaje”.
Un árbol nos cortaba el paso, salimos del coche en aquel paraje lleno de
árboles y nieve, piñas, silencio y soledad. Nos sentimos un poco pequeños e
indefensos entre la naturaleza que nos rodeaba. Fue un momento muy especial
para los cuatro que nunca olvidaremos.
Finalmente, retrocedimos, sin más remedio, para buscar, de nuevo la
civilización y la carretera que nos llevaría a Vega del Codorno, pueblo en el
que estuvimos comiendo. Después de reponer fuerzas con una comida sencilla y
casera, nos acercamos al nacimiento del río Cuervo que se encontraba muy cerca.
Dejamos el coche en el aparcamiento y comenzamos a caminar por una pasarela de
madera que aquel día estaba cubierta de nieve y hielo.
A continuación, un
sendero de tierra y escaleras, perfectamente señalizado, te sube hasta la
impresionante cascada donde nace el río Cuervo. Los días anteriores había
llovido y nevado bastante, por lo que tuvimos la suerte de contemplar la caída
de agua por el gran manto de musgo y por toda la pared rocosa. Es un lugar
precioso y muy recomendable para visitar. A la vuelta, tomamos el camino por
entre los esbeltos pinos que todavía dejaban penetrar los últimos rayos de sol
de aquel largo día. De regreso a Cuenca, situada a unos 80 Km, tomamos la
carretera en dirección a Tragacete, y en una hora y media ya estábamos de
regreso en nuestro apartamento, donde cenamos tranquilamente, calentitos y
felices después del estupendo día que habíamos vivido.
Esta fue la última noche en Cuenca, ciudad de la
que todos guardamos muy buenos recuerdos y a la que esperamos volver lo antes
posible.
Doy gracias a nuestros pacientes amigos, por
aguantarnos, a la suerte que tuvimos con el clima y sus días soleados, a la
belleza de la ciudad y sus maravillosos paseos, así como a la naturaleza, sus
campos y la serranía conquense que nos han dejado enamorados.
Gracias por un fin de semana inolvidable.
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