
Estos días,
después de conocer los resultados de las elecciones del 26 de junio de 2016,
las redes están que arden de indignación, de rabia, de estupor e incluso de
odio.
Vivimos en una sociedad que no admite los resultados cuando no se ajustan a sus expectativas y a sus
deseos. Se están escuchando todo tipo de críticas, chistes y en algunas
ocasiones hasta insultos.
-Porque es insultante despreciar la Democracia que tanto
nos ha costado conseguir y compararla con una Dictadura.
-Es insultante menospreciar los sistemas democráticos que
hacen posible unas votaciones libres y pacíficas, insinuando que se ha
producido un pucherazo.
-Es insultante que se juzgue a los votantes de ignorantes,
se sentencie que los mayores son fácilmente manipulables o que los más jóvenes
han sido absorbidos por el idealismo y el populismo.
Parte de esta
sociedad no comprende qué ha ocurrido. Unos se creen los ganadores o elegidos
de Dios sin admitir sus fracasos, sus equivocaciones y sus corruptelas, sin darse
cuenta que muchos de sus votantes han seguido el refrán: “más vale lo malo
conocido, que lo bueno por conocer”. Otros
tantos, cual Calimero, se consideran unos incomprendidos y acusan de sus bajos resultados
electorales al miedo social o a la mediocridad de los votantes. Algunos, no sé bajo qué maligna intención, difunden
la idea de que se está acabando con
la Democracia. Me atrevo a pedir cordura, reflexión y análisis constructivo
por parte de todos: electores, elegidos
y medios de comunicación.
La democracia y la libertad se disfrutan, se aprecian y
se refuerzan en el día a día con nuestras acciones y nuestras palabras, nunca
con el cabreo visceral producido después de unas elecciones, cuando no han
salido las cosas como se esperaban o se imaginaban. Porque la Democracia está
basada en la realidad de unos resultados electorales y no en las expectativas
extraídas de unas encuestas. No nos confundamos.
Lo que después hagan nuestros políticos para solucionar
los problemas de esta sociedad es otro tema.