El nacionalismo es una
ideología destructiva en sí misma.
Siempre crea un enemigo: “el
otro”. Pero el otro también tiene su propio nacionalismo
identitario. De manera que se convierte en una lucha de todos contra
todos para autodefinirnos. En definitiva, el nacionalismo no es más
que una construcción interesada para algunos y absurda para la
mayoría de los ciudadanos, ya que no mejora la calidad de vida de
las personas, sino que, únicamente, les hace creer en unas ilusiones
engañosas e inexistentes.
El nacionalismo es un
movimiento sociopolítico que surgió a finales del siglo XVIII
cuando, todavía, las sociedades no estaban constituidas en
naciones, pero hablar de nacionalismo en pleno siglo XXI es
absolutamente anticuado y está fuera de lugar, máxime después de
comprobar la deriva extrema y vergonzante de tal ideología en la 2ª
Guerra Mundial.
En la actualidad, las
identidades de cada pueblo, la lengua, y sus particularidades
culturales son queridas y admiradas por sus gentes, pero también son
respetadas, queridas y admiradas por el resto de vecinos y
comunidades que conforman un país.
Estamos comprobando cómo
esta idea nacionalista va ganando adeptos en nuestra querida
Cataluña. Los interesados están consiguiendo su objetivo poco a
poco. Se trata de una idea de locos, ambiciosos y egoístas que no
miran más que por sí mismos, pero que ayudados por otros muchos
interesados, que también comen del pastel, han convertido a Cataluña
y sus gentes en un campo de batalla dialéctico, de sentimientos
encontrados inexistentes, junto con odios y conflictos innecesarios.
Porque no nos engañemos, para algunos, esto es un gran negocio.
Desde el punto de vista
de un nacionalista catalán, o de cualquier otro nacionalista, es
absolutamente legitima la reivindicación de sus propios derechos, de
su propia lengua, de su propia educación, de su propia
administración, y en definitiva, de la creación de un Estado donde
se desarrolle su propio sentimiento nacionalista y que le diferencie
de “los otros” sentimientos nacionalistas de las “otras”
naciones con identidades diferentes.
Si nos centramos en el
caso catalán, todas estas reivindicaciones pueden y deben hacerse
desde las instituciones que ya existen (Generalitat), luego, ¿a qué
tanto ruido nacionalista? Quizá sea que aún no son lo
suficientemente distintos y diferentes del resto de conciudadanos
del conjunto al que pertenecen. Quizá se quieren ver a sí mismos
como seres especiales dentro de la nación a la que ya pertenecen.
Quizá necesiten sentirse diferentes o superiores al “otro”.
Pues yo os digo: no sois
mejores, ni especiales, ni más dotados, ni tan siquiera sois muy
diferentes del resto de españoles. Creo que simplemente defendéis
una identidad propia y característica, con miles de peculiaridades
especificas según el entorno donde se desarrollan esas identidades,
pero eso no os hace tan diferentes del resto de españoles, como para
crear una nación distinta.
Vuestro sentimiento, amor, cariño, y
orgullo por vuestra específica identidad, es el mismo amor, orgullo
y cariño que siente cualquier gallego, extremeño, madrileño, o
vasco, por su propia cultura y única identidad. Pero ello no quiere
decir, necesariamente, que tengamos que separarnos para desarrollar
las particularidades. Al contrario, nos unen muchas más cosas de la
que nos separan y no podemos permitir que unos locos, egoístas y
ambiciosos interesados acaben con la paz y la armonía de unos
pueblos y unos ciudadanos a los que tanto nos cuesta sobrevivir cada
día que nos levantamos.
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