Esta entrada del blog es un poco diferente a las demás, se ha convertido en un diario completo de nuestro viaje a Burdeos. En otras ocasiones solamente he colocado un pequeño resumen de nuestras escapadas, ya que el diario completo lo cuelgo en una pagina especifica para viajeros, pero esta vez os lo cuento todo, todo, todo, y así os sirve para cuando decidáis ir a esta bella ciudad francesa.
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Puente de Piedra o Puente
de Saint Pierre |
Como todos los años, aprovechamos un puente en Alicante, la Fiesta de Santa Faz, que siempre cae en jueves, para lanzarnos a conocer alguna ciudad cercana. En esta ocasión nos hemos decidido por Burdeos, la Perla de Aquitania, uno de los principales puertos atlánticos de Francia.
Había leído muy buenos comentarios y me atraía bastante conocer y disfrutar de esta maravillosa ciudad.
DIA 1.- PRIMER CONTACTO CON LA CIUDAD
El miércoles, 11 de abril, volamos con Volotea: salida de
Alicante a las 13:55 y llegada a Burdeos a las 15:35 h. Al salir del aeropuerto compramos el ticket
en la máquina para el autobús de TBC (línea1) que nos desplazó hasta el centro
en 50 minutos, aproximadamente. Nosotros bajamos en la parada Palais de
Justicie, a dos pasos de nuestro hotel; Ibis Bordeaux Centre Mériadeck. Hotel
sin lujos, cómodo, bien situado y económico para los precios que habíamos
visto.
Descargamos las maletas en el hotel e inmediatamente nos
lanzamos a la calle para tomar el primer contacto con la ciudad.
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Catedral de San Andrés en la Plaza de Pey Berland |
Mapa en mano,
nos acercamos a la Plaza Pey Berland, a tan solo 5 minutos caminando. Se trata
de uno de los centros neurálgicos de Bordeaux, donde se levanta la espléndida Catedral
gótica de San Andrés, aunque de origen románico (siglo XI).
Como curiosidad, os
diré, que en 1137 esta catedral fue el escenario de la boda entre Leonor de
Aquitania y el futuro rey Luis VII de Francia.
Destacan en el exterior de la
catedral, los contrafuertes y arbotantes que se construyeron con posterioridad
para asegurar la estructura del edificio y que se aprecian a simple vista.
Separado de la catedral está el campanario o torre Pey Berland, que fue
ordenada construir por el arzobispo del mismo nombre.
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Interior de la Catedral de San Andrés |
Por otra parte, desde 1998, la catedral de San Andrés forma parte del Patrimonio de la Humanidad como parte del sitio Caminos de Santiago de Compostela en Francia. Si te fijas bien, podrás encontrar muchas placas con la concha, símbolo del Camino de Santiago, repartidas por el pavimento de las calles de la ciudad.
Seguimos caminando con la intención de llegar hasta el río,
pero al cruzar la calle Santa Catherine, considerada una de las calles
comerciales más largas de Europa, un río de gente y multitud de tiendas nos
hizo desviarnos hasta alcanzar la Puerta de Aquitania, una de las seis puertas
de entrada a Burdeos, construida en 1755, puerta que comunicaba la carretera de
España con la calle Santa Catherine.
Desde este punto,
callejeamos un poco hasta alcanzar la Basílica de San Miguel, construida entre
los siglos XIV al XVI, de estilo gótico flamígero, también incluida en la lista
de «Caminos de Santiago de Compostela en Francia». Al igual que en la catedral
de San Andrés el campanario está separado de la estructura principal, alcanza una
altura de 114 metros, y se considera la torre más alta del sur de Francia,
perfectamente visible desde el otro lado del río Garona más allá del Puente de
Saint Pierre, como días más tarde pudimos comprobarlo.
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Campanario del campanario de San Miguel |
Recuerdo que me impresionó su estructura sólida, y su
altura, así como también recuerdo el gran tropezón, torcedura de tobillo y mi caída
al suelo, mientras intentaba tomar una foto con perspectiva de la altísima torre.
Jajajajajaja…que vergüenza!!! Se me cayó el teléfono, el paraguas y quedé desparramada
por el suelo, un poco dolorida y con miedo a un esguince. Tuve suerte, me
levanté y poco a poco comencé a andar sin ningún problema.
En nuestro afán de
alcanzar a ver el rio Garona, proseguimos el paseo hasta la Puerta de Borgoña.
Dicha puerta sustituye a otra medieval y se levantó entre 1750 y 1755. Está
frente al gran Puente de piedra o Pont de Pierre, construido por Napoleón I con
muchas dificultades arquitectónicas en aquella la época, consta de 17 arcos y
era el único puente en la ciudad hasta la construcción del puente de San Juan
en 1965.
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Puente de Piedra o Puente de Saint Pierre desde la Puerta de Borgoña |
El puente es larguísimo y comunica el centro histórico de Burdeos con la Bastide a través del tranvía. Resulta bastante ancho y lo adornan unas preciosas farolas de color negro. Como nota negativa, he de decir que, las aguas del río Garona no parecían muy limpias, más bien color café con leche, muy lejos del azul verdoso que yo me había imaginado.
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La Grosse Cloche |
En este punto, perdimos un
poco el control del mapa, pero callejeando, la fortuna nos hizo aparecer en La
Gran Campana o La Grosse Cloche, uno de los edificios más emblemáticos de la
ciudad, construida en el siglo XV.
Entre dos torres cilíndricas se abre un
amplio arco bajo el que pende la gran campana y por debajo de esta hay un reloj
astronómico. Es una de las 6 puertas de la ciudad, levantada originalmente con
carácter defensivo y estéticamente preciosa. Encajada entre estrechas calles
resulta bellísima de contemplar y aquí nos hicimos un montón de fotografías
desde todos los ángulos posibles.
Volvimos a verla en otras ocasiones, y si
cabe, nos resultó más bonita todavía y más luminosa a la luz de la mañana, con
todo el barrio lleno de gente, barecitos y tiendas abiertas que le dan mucho
encanto a la zona.
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Puerta Cailhau |
Proseguimos descubriendo
las calles de Burdeos e intentando conocer sus principales monumentos, de
manera que llegamos a la Puerta Cailhau, una de las más famosas y más
fotografiadas de Burdeos.
Tiene 35 metros de alto y fue dedicada al rey Carlos
VIII por su victoria en la batalla de Fornovo 1495 (Italia). Esta puerta es un tesoro arquitectónico y
además de su pasado defensivo era la entrada al barrio de Saint Pierre, centro
estratégico-turístico de la ciudad, lleno de calles hermosas, restaurantes de
todo tipo y tiendecitas típicas francesas que conservan todo su sabor y su peculiar
belleza.
Un poco cansados,
decididos parar a cenar en un restaurante llamado Chez Marcel et Lilly situado en 13 Rue du Quai Bourgeois. La
decoración es coqueta y vintage, con un ambiente muy acogedor. Ya teníamos
ganas de empezar a saborear la comida francesa y en este lugar resultó exquisita
y con un precio muy razonable. De entrante pedimos foie gras acompañado de
cebolla caramelizada, y de platos principales; un confit de pato y una
hamburguesa que estaba buenísima. De postre unos profiteroles con nata y creme
boulée. Salimos encantados, por la comida, la atención y el precio que no
superó los 40 euros. Muy aconsejable.
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Plaza de la Bolsa. Espejo del Agua |
A partir de aquí, nos
acercamos por el paseo marítimo hasta la Plaza de la Bolsa, con muchas ganas de
ver su famoso Espejo del Agua. Los majestuosos edificios del siglo XVIII que
componen la plaza y la iluminación nocturna que reciben sus fachadas nos dejaron
con la boca abierta.
¡¡¡Que preciosidad!!!
Frente a la plaza, está situado el espejo del agua, una idea
arquitectónica, sencilla y original, donde se reflejan todas las fachadas de la
plaza, creando una simetría espectacular.
A esta plaza volvimos y
volvimos en diversas ocasiones para contemplar los juegos de agua del espejo,
los niños jugando y el familiar ambiente que se vive en ella.
Decidimos retirarnos hacia
el hotel dando un paseo y recorriendo algunas calles por las que aún no habíamos
caminado. Ya estábamos cansados y nos acostamos pronto para comenzar el próximo
día con fuerza.
DÍA 2.- PASEANDO POR
BURDEOS
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Vistas de la Catedral desde lo alto del campanario de Pey Berland |
Este segundo día en
Burdeos lo pensábamos dedicar a conocer todas sus calles y plazas, iglesias y
torres, fuentes y demás monumentos bonitos por descubrir.
Primero tomamos un
delicioso desayuno con el típico croissant francés en una cafetería cercana al
hotel y después, caminamos hasta la Plaza de Pey Berland donde decidimos subir
a la torre para ver Burdeos desde las alturas.
La subida por la escalera de
caracol es un poco dura, pero merece la pena por las impresionantes vistas.
Una vez arriba, se pueden observar de cerca los pináculos, las gárgolas y toda la decoración de las ventanas, así como la gigantesca imagen dorada de Nôtre Dame de Aquitania que culmina la torre.
Al bajar de la torre
decidimos tomar el tranvía. Precisamente, en esta plaza se cruzan las distintas líneas de tranvía con las que te desplazas muy cómodamente por toda la ciudad.
Compramos los tickets correspondientes y nos
desplazamos en la línea B hasta la Cité du Vin o Ciudad del Vino, situada en la zona norte de la ciudad.
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Infraestructura conocida como La ciudad del Vino |
Se trata de
una infraestructura muy original dedicada al vino como patrimonio cultural y
universal.
La arquitectura del edificio, el restaurante y las vistas desde su terraza, la biblioteca o lugar de relax, y especialmente, el moderno diseño de la tienda de vinos con miles y miles de botellas de vinos de todo el mundo, hacen de este lugar una especie de museo muy recomendable.
Dejamos
atrás el dorado edificio y caminamos por la orilla del río a lo largo de una
zona de tiendas y cafeterías conocida como Les Hangars.
Algunos comercios
parecían outlets y ofrecían descuentos, y las terrazas de los restaurantes
estaban a pleno sol, muy animadas y con bastante público.
Después
de ojear algunas tiendas, volvimos a tomar el tranvía hasta el centro de la
ciudad y nos bajamos en la parada de La Plaza de la Comedia, donde se apreciaba
mucho ambiente de gente por las calles.
Esta plaza es otro de los
centros típicos comerciales de la ciudad, donde confluyen el tranvía, calles y
avenidas llenas de tiendas, restaurantes y cafés. Sin duda, destaca el Teatro
de la Ópera de Burdeos y frente a este, el Gran Hotel Internacional de Burdeos,
ambos edificios con fachadas impresionantes del siglo XVIII. De la plaza me
encantó una obra escultórica de grandes dimensiones hecha en forja, obra de
Jaime Blesa, un rostro femenino con una perspectiva muy particular. Aconsejo
que la rodeéis completamente para apreciar todas sus perspectivas y su belleza.
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Teatro de la Ópera de Burdeos |
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Escultura de Jaime Blesa. Preciosa!!! |
Llegados
a este punto, en pleno bullicio callejero, gentes para todos lados, terrazas
llenas, sol y una temperatura perfecta, decidimos perdernos por las calles de
Burdeos y caminar con toda tranquilidad.
Descubrimos la Galería Bordelaise, una
bonita galería comercial con la bóveda acristalada. Frente a la entrada, una
tienda de delicatessen “le comptoir bordelais” con todo tipo de exquisiteces
típicas de esta zona francesa.
Al atravesar la preciosa
Galería aparecimos en la super-famosa Rue Sainte-Catherine, dicen que se trata
de la calle comercial más larga de Europa. No sé si esto será cierto, pero
realmente es muy larga y es una calle muy colorida y llena de gente y de
tiendas.
En todas sus calles aledañas y sus alrededores brilla el mismo
ambiente alegre y colorista. Me gustó mucho porque no solo están las típicas y
aburridas franquicias del grupo Inditex and Company, sino que, en toda esta
zona del centro de Burdeos, se pueden encontrar infinidad de tiendas y negocios
particulares, pequeños, coquetos y diferentes, que le dan una gran personalidad
y un estilo diferente a la ciudad.
Tiendas de ropa, de complementos, mezcladas
con boutiques de quesos, de latas de conserva, de fotografía, de gastronomía,
zapaterías, papelerías, y ¡cómo no!, muchísimas tiendas de vinos típico de
Burdeos.
Placitas pequeñas llenas de barecitos y restaurantes con los toldos
extendidos, las terrazas perfectamente preparadas, y los manteles de colores
extendidos sobre las mesas que invitaban a sentarse para tomar algo.
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“Le Grilladin Saint Pierre”. |
Y así, paseando y
paseando, llegamos a la Plaza de Saint Pierre, recoleta y con la iglesia
católica de San Pedro frente a nosotros, optamos por sentarnos a comer en la
terraza de un restaurante francés llamado “Le
Grilladin Saint Pierre”.
Además de resultarnos agradable y bonito, la
llamativa pizarra de la entrada era todo un reclamo para nosotros, ya que
estaba escrita en español, así que no nos lo pensamos. La “formule” o menú del
día nos resultó estupendo y de postre no faltó la famosa copa de” l’île
flottante” que ya conocíamos de nuestro anterior viaje a Toulouse.
La comida,
el servicio, el entorno y el precio cumplieron con éxito nuestras expectativas.
Entre los comensales de las mesas vecinas surgió una breve conversación en la
que una amable turista suiza-española nos recomendó insistentemente que probáramos
el menú degustación en el restaurante situado en los bajos del Teatro de la
Opera, “Le Quatrième Mur”.
Desgraciadamente, a pesar de intentarlo al día siguiente, la degustación en
este sitio tan lujoso fue imposible sin haber previsto una reserva con
anticipación.
Como teníamos la Iglesia
de San Pedro enfrente, pasamos a visitarla. La iglesia se edificó en el s. XV
y fu remodelada en el s. XIX. El pórtico es de estilo gótico flamígero, y lo
único que se mantiene desde su origen son el coro y la fachada sur. La parte
interior es la más espectacular, gracias a sus bóvedas ojivales minuciosamente
esculpidas, las vidrieras del s. XIX y una Piedad de madera del s. XVII.
Proseguimos nuestro camino
con la intención de ver la Plaza de la Bolsa y el Espejo del Agua a plena luz
del día.
La estampa del Espejo en un día soleado a las 16:00 h, fue
maravillosa. Estaba lleno de niños descalzos y jóvenes jugando con el agua,
adolescentes con patines de ruedas, familias enteras con sus mascotas y
turistas haciendo fotos.
Le Miroir d'eau de Bordeaux es una espectacular obra
de ingeniería que alterna el espejo
(2 centímetros de agua sobre una gigantesca
placa de granito), con un gracioso juego de chorritos que crean una neblina que
refresca, pero no te empapa, por lo que toda la gente se anima a jugar y hacer
fotos mientras disfruta del sencillo espectáculo en la orilla del río Garona.
Después de pasar un rato
divertido y hacer miles de fotos, nos acercamos a ver la Fuente de las Tres Gracias en
el centro de la Plaza de la Bolsa, y sus emblemáticos edificios: El Museo
Nacional de Aduanas y La Cámara de Comercio e Industria de Burdeos. Únicamente
observamos las fachadas, pero no entramos a verlos.
Nuevamente tomamos rumbo
al centro para seguir disfrutando del acogedor ambiente de las callecitas de
Burdeos y llegamos a la Place Camille Jullian, en honor a un ilustre
historiador bordelense al que se recuerda en una placa conmemorativa situada en
unas columnas de origen romano sobre un pedestal en mitad de dicha placita.
El
lugar no puede tener más encanto; llena de terrazas de cafés y restaurantes,
toldos de rayas de colores, grandes arboles que dan sombra y hasta algún músico amenizando la tarde. Allí
también se encuentra el mítico cine “Utopia”
situado en la antigua iglesia Saint-Siméon. Os recomiendo entrar a verlo.
Pasito a pasito y sin
saber de qué manera, llegamos a Cours de l’Interdance, una avenida muy bonita
de tiendas de lujo por la que ya habíamos paseado anteriormente. Nos metimos en
una galería comercial preciosa y de tiendas carísimas que terminaba en el Salón
de té Any´Teas, y en la salida a la
calle, una pequeña plaza, donde sorprendentemente, no había gente y donde está situada
la Iglesia de Notre Dame de Burdeos, del siglo XVII y estilo barroco.
Unos
pasos más adelante nos topamos con la escultura dedicada a la figura de Goya
sobre un pequeño pedestal. El ilustre pintor español vino a exiliarse a Burdeos
en los últimos años de su vida, tenía 78 años cuando decidió abandonar España
por miedo a las represalias que Fernando VII estaba tomando contra los
liberales.
Saliendo de la plaza, en
la esquina con la Rue Diderot vimos el Centro Comercial Les Grands Hommes. El
centro comercial es el más antiguo de la ciudad, el nombre se lo debe a su
ubicación, una plaza en la que confluyen varias calles, cada una con el nombre
de un “gran hombre” francés: Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Diderot… Fue
precisamente en una preciosa tiendecita joyería de la calle Montesquieu donde
nos paramos a elegir un regalo para nuestra hija, Marina.
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Centro Comercial Les Grands Hommes |
De camino al hotel, ya
bastante cansados, pasamos a ver la famosa librería Mollat, una verdadera
institución en Burdeos.
Es realmente grande, con varias salas temáticas,
paredes y paredes cubiertas de libros por todas partes. Especialmente
llamativas son las salas dedicadas a los libros infantiles. Seguimos paseando y
en nuestro afán por no repetir las mismas calles que ya habíamos recorrido,
aparecimos en una plaza triangular llamada Place Saint-Christoly, sin nada
especial que destacar, salvo la fachada de un moderno hotel el “Mama Shelter”. Creo que había oído
hablar alguna cosa de este lugar y la curiosidad hizo que entráramos a verlo.
El restaurante es una sala grande llena de colorido, tenue iluminación,
mobiliario original y una barra en el centro decorada con flotadores de colores
bajo unos llamativos focos, que dan al local un aspecto moderno y chulísimo. En
definitiva, un lugar de moda para gente “guapa” y seguramente carísimo. Salimos
airosos del local porque no teníamos reserva para la cena, de manera que
seguimos caminando hasta la Plaza de la Catedral donde hicimos algunas fotos
más al pórtico y a un precioso café típicamente francés que llenaba un rincón
de la plaza.
Agotados y únicamente con
ganas de descansar, decidimos comprarnos la cena en una pequeña tienda y subir
a la habitación para cenar en el hotel. ¡¡¡Una idea estupenda!!!
DÍA 3.- SAINT-EMILIÓN
El plan para el tercer día
era acercarnos a Saint-Émilion, un pueblecito a
solo 45 minutos en autobús desde Burdeos. Llegamos en el tranvía hasta la estación
de trenes de Burdeos, Gare Saint-Jean, sobre las 10:30 h de la mañana y nos informaron
que el próximo autobús a Saint -Émilion no salía hasta las 14:15 h. Realmente,
nos quedamos un poco chafados, pero tras unos minutos de incertidumbre,
decidimos ir a conocer una pequeña parte de Burdeos que nos quedaba pendiente.
Cogimos nuevamente el tranvía, trasbordo a la línea C y parada en “Jardín
Public”. Caminamos hasta la Iglesia de Saint Louis Chartrons y después entramos
en alguna tienda de anticuarios de la zona, llegamos a la plaza del mercado o
Halle de Chartrons, que estaba cerrado, pero con un grupo de bailarines
ensayando en su interior. Nos compramos unos dulces y dimos por
concluida nuestra visita a este barrio de los anticuarios del que no puedo
describir ninguna cosa especialmente recomendable. ¡Lo siento!
Subimos al tranvía y en
apenas 5 minutos estábamos en la Place des Quinconces. Una explanada enorme,
llena de casetas de madera cerradas, de lo que suponemos serían tiendas o
puestos de libros u otros artículos, que abrirán en alguna fecha determinada.
Lo cierto es que no sabemos qué hacían allí cerrados tal despliegue de casetas.
Daban un aspecto bastante feo y descuidado.
Nosotros nos acercamos al
Monumento a los Girondinos: El monumento principal fue erigido entre 1894 y
1902 en memoria de los girondinos que cayeron víctimas de El Terror durante la
Revolución francesa. Se compone de un gran pedestal enmarcado entre dos
cuencos, decorado con caballos y tropas de bronce, y coronado con una gran
columna con una estatua en su cima que representa el espíritu de la libertad.
Dos bellas fuentes simétricas completan el monumento en el que destacan unas
grandes figuras humanas en movimiento con expresión de dolor y retorcimiento
que me impresionaron mucho. Hicimos bastantes fotos del lugar y seguidamente
tomamos el tranvía que nos volvería a dejar en la Estación de trenes donde, por
fin, cogimos el autobús que nos dejaría en Saint-Émilion.
El
trayecto se nos hizo bastante corto, unos 50 minutos, a través de un bonito
paisaje de viñedos por todos lados.
De repente, el autobús paró en un
descampado junto a una antigua y cerrada estación de trenes, donde no había
nada ni nadie, más que una pequeña carretera de subida a unas alejadas construcciones en
lo alto, y allí nos dejó a nosotros dos solos.
Nos quedamos bastante perplejos
y bloqueados, pero intentando buscar una solución vimos una señal en la
carretera que indicaba una flecha y decía: 20 minutos andando. Comenzamos a
subir y subir la cuesta, en medio de la nada, rodeados de viñedos, pero sin ver
una sola persona. Poco a poco nos íbamos aproximando a las casas que veíamos al
fondo y después de unos 40 minutos llegamos al pueblecito.
El chiste es que nos
habíamos confundido en una pequeña bifurcación en la parte baja del camino, y
en lugar de tomar el lado derecho, nos desviamos por el izquierdo,bordeando
todo el pueblo por la parte de atrás y llegando a la parte más elevada del
municipio. En fin, aquel error tuvo sus ventajas; ahora solo tendríamos que
caminar cuesta abajo para conocer los rincones, calles y recovecos de Saint-Émilion.
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Calle muy empinada y arco medieval |
Mucha gente conoce este pueblo por ser el centro de la denominación de origen
Saint-Émilion Grand Cru y Saint-Émilion AOC. Nosotros somos totalmente ignorantes en
materia de vinos. Está lleno de tiendas de venta de vino en todos los locales.
Sin
embargo, además es un pueblo medieval muy bonito y con muchos atractivos
históricos que te dejan alucinado. Por eso forma parte del patrimonio mundial
de la UNESCO. Es decir, Saint-Émilion tiene mucho más aparte de viñedos. El
pueblo tiene calles muy empinadas y unos desniveles muy pronunciados.
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Antiguo convento en reconstrucción |
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Iglesia monolítica. Excavada en la roca. Verdadera joya de Saint-Emilión. |
Vimos dos
lavaderos antiguos, las ruinas de un convento que están reconstruyendo, una
fortaleza o atalaya, el campanario y lo más destacable del lugar es la iglesia
monolítica excavada en la roca. Para visitarla has de inscribirte en la oficina
de información y turismo. Nosotros hicimos la visita guiada muy interesante que
reservamos para las 18:30 h. El guía nos enseñó la cueva de san Émilion, la
capilla medieval que hay encima, las catacumbas y, finalmente, una iglesia
monolítica subterránea que alcanza los 11 metros de altura y resulta
verdaderamente impresionante. El guía era amabilísimo y muy atento, incluso nos
hacia algunos comentarios en español para poder seguir las explicaciones.
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Vista general de Saint-Emilión |
Finalizando
la visita, sentíamos que se nos estaba haciendo tarde, y no podíamos perder el
autobús de vuelta a Burdeos que nos recogería en el mismo descampado en que unas
horas antes nos había "soltado".
Cuando salimos del interior de la cueva, el
cielo estaba completamente encapotado, se estaba poniendo negro y más negro por
minutos. Comenzamos a acelerar el paso para llegar lo antes posible a la parada
del autobús con cierto miedo a que nos cogiera una tormenta en mitad del
camino. Pero la naturaleza no tiene control: de repente el cielo comenzó a
tronar sobre nuestras cabezas y de las nubes no podía caer más agua.
Corríamos y corríamos con la idea de llegar a la antigua estación de trenes lo más
rápido posible para refugiarnos, pero en unos pocos minutos ya estábamos completamente
calados. Cazadoras, camisetas, zapatillas y calcetines se habían empapado.
Llegamos
a la parada, que parecía una auténtica piscina, la estación estaba cerrada y no había un solo sitio donde
cubrirnos del chaparrón. Y allí, en mitad de la nada y en plena tormenta, solo
y únicamente, había una caseta de baño público o toilette en la que nos refugiamos,
previo pago de una moneda de 0,50 euros, que encontramos de casualidad.
¡¡¡Resultaba
cómico!!!, pero ¿Qué podíamos hacer?... La aventura, es la aventura!
A los diez minutos llegó el autobús, nosotros
éramos los únicos locos pasajeros, y aprovechando los respaldos vacíos de los
asientos, comenzamos a escampar nuestras ropas para secarlas con la
calefacción. Ahora que ha pasado el tiempo, nos reímos mucho de aquel momento
que no olvidaremos jamás. La pena es que no tenemos fotos del momento, pero vaya caras que se nos quedaron!
Aunque estábamos mojados, no
pasamos demasiado frío, llegamos a la estación de trenes de Burdeos y en menos
de 15 minutos ya estábamos en el hotel para darnos una maravillosa ducha de
agua calentita que era lo más deseable en aquellas circunstancias. Esta noche
no teníamos más ganas de aventuras y nos quedamos a cenar en el
restaurante del hotel para descansar prontito.
DIA 4.- DISFRUTANDO DE
BURDEOS
El último día en Burdeos
nos lo queríamos tomar con mucha calma, simplemente queríamos disfrutar de sus
calles y plazas mas bonitas, de las pequeñas tiendas llenas de encanto, de las
terracitas al sol y de alguna comida típica que nos había quedado pendiente.
Comenzamos entrando en el
Hotel de Ville, la sede del Ayuntamiento de la ciudad y uno de sus principales
puntos de referencia. El edificio, también conocido como Palais Rohan, se
encuentra frente a la catedral y es una estructura imponente y majestuosa, en
cuyo interior, elegantemente decorado, se pueden admirar bellos candelabros que
cuelgan del techo.
En el patio de la entrada al ayuntamiento se exponía una
colección fotográfica de artistas mundialmente famosos, entre los que se
encontraban Salvador Dalí y Picasso, entre otros.
A partir de ese momento, caminamos
sin rumbo fijo, viendo tiendas y tiendas de ropa, tiendecitas de complementos,
bolsos y bisutería, zapaterías y delicatessen variadas.
Las calles lucían
preciosas y las fachadas de los comercios, muy cuidadas, no podían ser más
ideales, las terrazas de las cafeterías y los toldos de los restaurantes, con
los cartelones y las pizarras de los menús le daban mucho color al ambiente.
Esta foto de la fachada gris, pertenece a una tienda de quesos que merece la pena visitar, no solo por la variedad de los productos, por los diferentes orígenes y elaboraciones, sino por la decoración, el buen gusto, las lecheras antiguas, y un montón de detalles encantadores. Imprescindible para los amantes de los quesos.
No podíamos dejar pasar la
tradición y compramos los famosos “canelés de Baillardran, capricho de mi
marido, en la tradicional pastelería de Porte Dijeaux.
Seguimos paseando, pero como
no nos gusta perder el tiempo, decidimos planificar una visita al Museo de Arte
Contemporáneo que siempre resulta interesante en cualquier ciudad del mundo.
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Interior del Museo CAPC. |
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Una de sus obras más ideales |
Tomamos nuevamente el tranvía que ya era
familiar para nosotros y nos apeamos en la parada de CAPC. “ (Centro de artes
plásticas contemporáneas), creado en 1973 por Jean-Louis Froment, se instala a
partir de 1974 en el Entrepôt de la Place Lainé, un antiguo depósito
ultramarinos.
Nada más entrar en el edificio percibes que en su origen era una
lonja o algún tipo de almacén. La estudiada iluminación es muy tenue y
comienzas a encontrarte cómodo según vas entrando en su interior. Merece una visita solo por ver el edificio en el que se ha instalado el museo y por el cuidado en todos los detalles.
También conviene destacar en este lugar la bonita cafetería de la última planta.
"Con las
adquisiciones y las donaciones, se han reforzado tanto los ejes históricos y
fundadores de esta colección, como privilegiado una nueva generación de
artistas, cuyas obras renuevan la práctica del arte interrogándose al mismo
tiempo sobre distintos aspectos del modelo social. Citemos, por ejemplo, el
galerista Jean Fournier que dio varias obras maestras, entre las cuales un
Simon Hantaï o una pintura de Joan Mitchell. De este modo, la historia de la
colección del museo da prueba de lo que fue y de lo que es la actualidad del
escenario artístico emergente" (http://www.capc-bordeaux.fr/es/la-coleccion
).
Desde luego, algunas obras, o muchas
de las obras, no te dejan indiferente.
Seguimos paseando y disfrutando
de esta ciudad, repetimos la Plaza del Parlamento, Plaza de San Pierre, callejuelas
adyacentes, etc. Pero yo quería volver para comer en una de mis plazas
favoritas de Burdeos; la Place Camille Jullian. Allí encontramos la terracita perfecta, la
mesa perfecta y un lugar encantador en el Restaurante “Simeone Dell Arte”. Comimos de maravilla y sencillamente pedimos
“le formule” del día: entrada, plato fuerte, postre y bebida. Todo muy, muy
rico.
No queríamos perdernos ver
las fachadas de Burdeos desde el otro lado del Garona, de manera que
atravesamos el río con el tranvía para conocer algo de la zona de La Bastide.
Contemplamos por fuera la iglesia de Sainte Marie de la Bastide que cuando
llegamos ya estaba cerrada al público y seguimos paseando hasta la Place
Stalingrad o centro de la Bastide, la plaza en la que se halla la impresionante
escultura de un león azul.
La tarde era preciosa y apetecía
tomar algo en las terrazas al sol, subimos a una segunda planta de la cafetería
e hicimos unas bonitas fotos de las fachadas de la otra orilla, del Puente de
Piedra y de la Torre de San Miguel que sobresale por encima de todas las demás.
Allí mismo, se encuentran los muelle para subir al Batcub, un estupendo barquito
con el que disfrutamos de un precioso paseo a la luz del atardecer. Este barco
pertenece al servicio público de transporte de Burdeos, y utiliza el mismo
ticket que el bus o el tranvía. El recorrido fue muy agradable y romántico, lo
recuerdo como uno de los momentos más agradables e inolvidables de este viaje.
Finalmente nos bajamos en la parada de La Ciudad del Vino, y allí nos acercamos
a ver qué “se cocía” en unos hangares situados al lado, donde había mucho
público y bullicio.
Gracias a nuestra curiosidad sin límites, descubrimos “Les
Halles de Bacalan”, una especie de mercado, lleno de puestos de comidas
típicamente francesas, generalmente delicatesen, donde te preparaban bandejas a
tu gusto.
Lo primero que encontró Chimo fue un puesto de ostras y cigalas,
inmediatamente pillamos una mesa y comenzamos a observar cómo funcionaba
aquello.
El sistema era sencillo; te coges una mesita y te vas comprando en
cada puesto lo que te apetece.
Mientras Chimo se encargaba en la pescadería de
las ostras y cigalas, yo me fui a la Maison Aperitive Francaise para que me prepararan
una bandeja con embutido, el foie gras, y otros patés, pepinillos, queso y pan
de ese francés que te quita el sentido.
Lo acompañamos con vino de Burdeos y
esta cena en un ambiente típico bordelés la recordaremos como el broche de oro
de estos 4 días en una ciudad maravillosa que nos ha enamorado completamente.
Estos 4 días en Burdeos han sido
muy especiales para nosotros y
cierran un ciclo de 25 años juntos.